Daniel Tapia Torres: civilización y barbarie
JUAN CAMERON
Que la poesía porteña contemporánea sea una expresión de clase, de eso no hay duda. El poeta responde a su origen y concepción del mundo; y también a un contorno generoso o esquivo según sea el caso. Quienes vienen de un ambiente acomodado son dados a búsquedas y experimentos a veces sin sentido; quienes provienen de la clase no beneficiada en el reparto económico expresan intensamente, como en el caso de Daniel Tapia Torres, su malestar ante tal barbarie. El reparto no es cuestión de inteligencia ni mucho menos, sino de fuerza. Por norma general los aciertos lingüísticos más notorios provienen de los marginados; lo observamos en este autor, en Priscilla Cajales, en Chirimoyano, en algunos recogidos en la recopilación de Juan Eduardo Díaz. En este punto la poesía refleja el país actual. En un medio derrotado por la ignorancia, pero mayoritario, los artistas resguardan la estética con el fervor de los monjes en la alta Edad Media.
“La contru de mi alma” es un viaje, un experimento obligatorio para el poeta forzado a trabajar de cuidador en una empresa tras haber sido vendedor de libros en un mall y, por cierto, tras haber estudiado cine y unas cuántas cuestiones más. La secuencia mostrará a un estudiante llegado de la capital, luego casado y padre, luego obrero y tras de ello, solo nuevamente, como garzón en el pretencioso barrio patrimonial porteño. Vive como en un cuento de Bukowski, anuncia: «Hago como que trabajo en una inmensa obra de construcción que recibirá a 840 familias en un sector periférico de Valparaíso/ Nuevamente como que soy guardia por unos cuantos morlacos más de los que me pagaban en la librería del mall/ Otra vez como si fuera mi destino hacer como que cuido que los trabajadores no roben».
El contacto con el mundo real interviene el lenguaje. Tapia no duda en registrar el habla aunque ello reduzca su auditorio; pues contiene lo verdadero y que escuche quien lo sepa hacer; aquí no hay contrato. Del mismo modo como la jerarquía laboral se expresa por el color del casco protector, el lenguaje define a su hablante y, además, lo vincula a él al enriquecer la experiencia. Ambos, sujeto y objeto, se legitiman.
No podrá, en consecuencia, ser guardián del lenguaje. La gramática del tedio se expresa a través de él y en él es que el patrón roba el esfuerzo del trabajador, el empleado su sueldo y el trabajador cuanto puede. El mundo exterior muestra su accionar verdadero, su apología del ventajismo, su selvática ley de supervivencia: «Circularán por aquí/ como desde hace algunos años/ los miles de postergados/ obreros de mala paga y empleados de quinta clase/incluidos cabos de fuerzas armadas y pacos rasos/ gente de esfuerzo y aquellos que maman/ la teta verde dólar del estado».
No es un libro triste éste de Daniel Tapia Torres. Por el contrario, la fuerza y el tono poético de una constante eufonía -esquivada a ratos- conduce a ese placer estético entregado, muy de tarde en tarde, por el descubrimiento y lo verdadero.
Daniel Tapia Torres (Santiago 1980) estudió Literatura en la Universidad de Chile y Cine en la Universidad de Valparaíso. Integró el Taller la Sebastiana y en 2007 obtiene la Beca de Creación Literaria. Ha publicado Ki (2009) y La Contru de mi alma (2014).