20111219

Artículo: Comentario a Trolley (Castillo & Rocco, 2010)

 -Por Paula Rivera Donoso.

Trolley (Castillo & Rocco, 2010) es sin duda una pequeña y grata sorpresa dentro del área local de la narrativa infantil ilustrada, demostrando hasta qué punto una historia, por más sencilla o socorrida que parezca, puede ser agradable de leer si está bien contada a través de su narración e ilustraciones. Si a lo anterior se le agrega una voluntad de fomentar en los niños el esfuerzo para conseguir sus propósitos y una sana inspiración patrimonial, el resultado es más que interesante.
 
La obra tiene como escenario un lugar tan trillado en la literatura local como Valparaíso, y como personajes principales a estos tradicionales medios de transporte porteños que son los trolleys en interacción con otros vehículos y edificaciones, todos personificados. A pesar de lo anterior, los autores consiguen huir de las típicas caídas cursis sobre la ciudad puerto y se dedican a plasmar una historia que, por su aire mítico y las pasiones de sus protagonistas, se siente bastante universal. El aspecto patrimonial recae sobre todo en la genial recreación de los paisajes porteños, con sus calles más conocidas y sus cerros. Y, por supuesto, en el hecho de que sus personajes principales sean un trolley y una ascensor (específicamente, Los Lecheros), rescatando sus características como medios de transporte y dándoles la personalidad de dos enamorados que deben vencer dificultades para estar juntos.

La historia parte cuando un viejo vehículo les cuenta a sus compañeros la leyenda de Lalo, un trolley que fue capaz de dar todo de sí mismo por amor a Isabel, una ascensor. Entonces la narración se dedica a mostrar las aventuras de Lalo como trolley en Valparaíso y sus esfuerzos por acercarse a su amada, a pesar de que su hermano (otro ascensor) se opone a que ambos estén juntos.
 
Este sencillo planteamiento le basta a sus autores para salir con éxito en la difícil tarea de contar bien una historia, principalmente por el buen trabajo de caracterización de los personajes. Todos se basan en prototipos reconocibles (el viejo trolley como el sabio, Isabel como la enamorada inalcanzable, etc.), que probablemente los pequeños lectores conocerán con más profundidad en otras obras literarias chilenas. Además, todos tienen un excelente trabajo de expresión facial, pudiendo interpretarse a la perfección sus estados de ánimo. Finalmente, el patrón narrativo se desenvuelve de manera adecuada para narrar las distintas fases de las aventuras de Lalo e Isabel, con un desenlace conmovedor, que incluso incluye una breve nota que explica el origen e historia real de los trolleys en Valparaíso.
 
En conclusión, Trolley es una propuesta de lectura muy recomendable para lectores pequeños, pues cumple con los principales aspectos que se suele esperar en una obra de este tipo: formación de valores (perseverancia), voluntad de enseñar algo (patrimonio porteño) y, lo más importante, una intención estética de contar bien una historia agradable. Se recomienda, una vez leída la obra, llevar al niño o niña de paseo al propio Valparaíso, a fin de poder compartir con él o ella su experiencia, ya sea recorriendo las calles que aparecen en las páginas o incluso subiéndose a un trolley.

(Comentario originalmente publicado en:

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