Residencia
de José Ángel Cuevas
- por Jaime Pinos
Inicio
estas líneas agradeciendo a José Ángel Cuevas y a Hebra Editorial
la oportunidad de presentar este libro. Además de un amigo
entrañable, Pepe Cuevas es uno de mis poetas de referencia y su
trabajo una influencia persistente en mi propia escritura. Hemos
sostenido, amistad aparte, una larga relación literaria que se
inició con la publicación de su libro Maxim
y su complicidad en los años de la revista La
Calabaza del Diablo, y que ha
perdurado hasta hoy. Dicho esto, voy al comentario del libro, más
bien algunas notas de lectura que me parece pertinente compartir
aquí.
Desde
luego, Poesía del American Bar
recoge los materiales y el
punto de vista característicos de la extensa obra de Cuevas. El
país como un inmenso texto ha
escrito el ex poeta en otra parte. Este libro renueva el ejercicio de
lectura de ese inmenso texto que es el país y que ha encontrado en
Cuevas a uno de sus lectores más profundos y más lúcidos. La
historia nacional vista desde la perspectiva de una generación cuyo
dramático trayecto abarca los días en que la revolución parecía
estar sucediendo, pasa por la catástrofe de la dictadura y continúa
en esta época post. Uno
puede ser muy conchesumadre / poca cosa. /Feo / tonto. Pero no se le
puede negar/ que ha pasado un tremendo trozo de vida/ bajo el Tercer
Reich Chile. Cuevas
ha escrito la crónica de ese tremendo
trozo de vida. Se ha hecho
cargo y sigue haciéndolo en este libro, a pesar de la muerte, el
olvido y la decepción.
Sin
embargo, me gustaría concentrarme en los textos que abordan la
situación post dictadura. Ya
pasó la sangre/ pasó la cárcel, pasó el odio por aquí./La
dictadura pasó/ pasó / pasó. Concentrarme
en los textos que hablan de esta época post, de la vida que nos ha
tocado vivir después de la sangre, la cárcel y el odio. Una
tentativa de poetizar desde y sobre nuestra circunstancia presente
que se abre con nitidez en los poemas de su libro anterior, Estación
Delirio, incluido
en la antología titulada Canciones
Oficiales. Desde
esos poemas, emergen con fuerza en la escena de la poesía de Cuevas
las tarjetas de crédito, los edificios Paz Froimovic, la niebla
televisiva. Las metáforas de un paisaje en que las cosas y su
consumo han desplazado de la vida cotidiana, ya casi por completo,
toda experiencia de solidaridad e imaginación.
Yo
soy el país dice el puto Jimy B. un país sin alma/ que le chuparon
el corazón. Oye, mira, camina entre/ las hordas pulento bacán
cabezas cortadas huesos/ repartidos. Un
país sin alma. Un país al que le chuparon el corazón. O mejor, un
pueblo al que se ha sometido sistemáticamente a esta extracción de
su propio ser como si se tratara de una lobotomía masiva o de la
extirpación de un tumor social. El pueblo chileno reducido a la
nada, sin más identidad que la impuesta por los ritos vacíos del
trabajo alienado y el consumo. Lo popular como una subjetividad que
se desvanece para dar paso a la masa indiferenciada de los
consumidores. Ya
no se puede escribir ningún poema de la subjetividad/ gente que se
convirtió en mierda/cesante, trabajólica y estúpida. /No me
interesa/Ni el país bajo el vendaval/No.
Puente
Alto/Colapsó, el
texto que abre este libro, describe justamente ese proceso de
desaparición iniciado hace décadas con las erradicaciones impuestas
por la dictadura. A
nadie le doy el espectáculo de arrasar una comuna entera/ni paso de
camiones cargados / miles y más que miles/en la Erradicación
forzosa 1982./Esa escena.
Erradicar
significa cortar, arrancar de raíz. Una erradicación no sólo
territorial sino también cultural y política cuyo objetivo es
desvincular a los sectores populares de su propia experiencia,
acumulada por generaciones, de su propia historia de resistencia e
invención de lo cotidiano. Nadie
dice nada/ni viejos trabajadores / ni ex obreros sentados ni mujeres
sufridas / Piola / nadie pesca./No
poseen autoridad nadie les ha enseñado nada/ Sólo la tele / los
locos están dando la hora. El
país bajo el vendaval. Esa escena. Un fuerte vendaval que ya dura
cuatro décadas. Que ha arrasado con todo un mundo para instalar en
su lugar la degradación y la violencia. El país de Hans Pozo. Un
país convertido en un gran vertedero, en un lugar invivible: No
les doy este lugar para vivir mis guachos/aceite quemado/chunchules,
vienesas tiradas a la calle.
En
el mismo sentido, el de leer ese texto intrincado que es el Chile de
hoy, se inscriben los poemas que desmontan mecanismos y
procedimientos del Poder y el Espectáculo, así como sus
consecuencias vitales. El individualismo, por ejemplo, en un poema
llamado precisamente así, Individualismo:
Ya no
se podrá/ ver sobre los hombros el reflector de la hermandad/ cargar
bebida pan televisor para la comunidad. /Vidas paralelas, poco a poco
levantar un cielo/Unos pobres diablos a la deriva. /El Compañerismo
es un recuerdo; pan para hoy/hambre para mañana. O
la televisión, esa
ventana electrónica de mierda,
y su copamiento de la vida privada y el imaginario: Todo
el santo día diciendo idioteces gente que mata a otra y la
persigue/ofertas de champú máquinas de negrura, chocolates,
autos./Después se entera de ocultamientos / robos / crímenes/pasa
el día y ve amores tontos/tipos que hablan raro/informaciones sobre
la vida/algunos se van de la casa / toman cocaína / pasan cantantes
/modelos / mujeres producidas que cuentan sus vidas trabajadas. Pasa
el día y la noche por esa ventana electrónica/de mierda. Me
parecen imágenes de mucha claridad. Claridad en el sentido de
hacernos ver lo que ya no vemos o nos cuesta ver. Las mil formas en
que, cotidianamente, el Poder se disfraza de costumbre o de
normalidad para hacerse invisible, para encubrir su ocupación
totalitaria de toda la realidad.
Termino con
estos versos: Fue
una venganza de Perrochet, dice Bataille/ posmodernidad/
lumpenproletariat/de la pasta básica / un infierno / mi Infierno/mi
residencia en la Tierra. Me
parece que estos versos encierran una ética profunda. Una ética que
es marca de identidad en la poesía de José Ángel Cuevas. La marca
de alguien que ha apostado y sigue apostando su poesía al destino de
su comunidad. Que ha fijado allí su residencia. Aunque eso implique
vivir en un infierno. Aunque implique beber los tragos amargos que se
sirven en la barra del American Bar. Situarse en el presente.
Escribir ahí. Tener el coraje, que ha demostrado Cuevas durante
tantos años y se reafirma en este nuevo libro, de vivir
el día
a día
en
las olas cargadas/de realidad.
Valparaíso.
Mayo de 2012
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